Aceituneros andaluces

"Las cuadrillas de aceituneros (equipos de destajeros que se forman con un vareador y dos cogedores) tienen que pasar la temporada en alojamientos inhumanos. A veces, bajo una viga de molino aceitero, se establecen dormitorios para treinta familias, colgando entre unos y otros los mantones de las mujeres. Y así, en confusión grosera, pasan las noches terribles del invierno familias numerosas; cuando se desperezan para volver al tajo, no son ya más que un montón de hombres, mujeres, chicuelos y mozos, semiasfixiados...
Consumidas las migas, mujeres y chicuelos se arrastran sobre la tierra a recoger el fruto que los vareadores arrojan o el que antes cayera. Si hubo lluvias, la tarea es penosa, porque se embardunan completamente; si la noche fue despejada, hay que romper con los dedos la escarcha, y todo esto precipitadamente con el creciente interés de ganar unos céntimos más.
[...] Luego, a mediodía, cuando el sol ya calienta hasta achicharrar, antes de que los aceituneros tiendan sus mantas para comer una granada o un pedazo de pan, o higos secos o "un hoyo de aceite", o unas migas frías, llega al tajo el amo, o el hijo del amo, o el aperador, caballero en su jaca, a contemplar cuán de prisa va la recolección, impulsada por el hábil resorte del destajo."

Reportaje de Ramón Lamoneda publicado en La Internacional, 23 de enero de 1920




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