Hesíodo: El mundo espiritual del campesino
Hesíodo no nos representa en sus obras sólo la vida campesina como tal. Vemos también en él la acción de la cultura noble y de su fermento espiritual –la poesía homérica– sobre las capas más profundas de la nación. El proceso de la cultura griega no se realiza sólo mediante la imposición de las maneras y formas espirituales creadas por una clase superior sobre el resto del pueblo. Todas las clases aportan su propia contribución. El contacto con la cultura más alta, que recibe de la clase dominante, despierta en los rudos y toscos campesinos la más viva reacción. En aquel tiempo eran heraldos de la vida más alta los rapsodas que recitaban los poemas de Homero. En el preludio de la Teogonía, cuenta Hesíodo cómo fue llamado a la vocación de poeta; cómo siendo un simple pastor y apacentando sus rebaños al pie del Helicón, recibió cierto día la inspiración de las musas.
Gracias a sus descripciones, podemos representarnos claramente el estado del campo en tiempos de Hesíodo. Aunque no sea posible, en un pueblo tan multiforme como el griego, generalizar a partir del estado de Beocia, sus condiciones son, sin duda, en una amplia medida, típicas. Los poseedores del poder y de la cultura son los nobles terratenientes. Pero los campesinos tienen, sin embargo, una considerable independencia espiritual y jurídica. No existe la servidumbre y nada indica ni remotamente que aquellos campesinos y pastores, que vivían del trabajo de sus manos, descendieran de una raza sometida en los tiempos de las grandes emigraciones. Se reúnen todos los días en el mercado y discuten sus asuntos públicos y privados; critican libremente la conducta de sus conciudadanos y aun de los señores preeminentes.
Para Hesíodo, el mundo heroico pertenece a otro tiempo distinto y mejor que el actual, “la edad de hierro”, que pinta en los Erga con colores tan sombríos. Nada es tan característico del sentimiento pesimista del pueblo trabajador como la historia de las cinco edades del mundo que empieza con los tiempos dorados, bajo el dominio de Cronos, y conduce gradualmente, en línea descendente, hasta el hundimiento del derecho, de la moral y de la felicidad humana en los duros tiempos actuales. En semejante ambiente, no es posible que surja un puro ideal de educación humana, como ocurrió en los tiempos más afortunados de la vida noble. Tanto más importante es averiguar qué parte ha tomado el pueblo en el tesoro espiritual de la clase noble y en la elaboración de la cultura aristocrática para adoptarla y convertirla en una forma de educación adecuada al pueblo entero. Es decisivo para ello el hecho de que el campo no ha sido todavía conquistado y sometido por la ciudad. La cultura feudal campesina no es todavía sinónimo de retraso espiritual. “Campesino” no significa todavía “inculto”. Incluso las ciudades de los tiempos antiguos, especialmente la metrópoli griega, son principalmente ciudades rurales.
Comentarios
Publicar un comentario