Mesopotamia: Formas culturales, ciencia y religión

La administración del templo obligó a los sacerdotes mesopotámicos a inventar sistemas para apuntar algo que no convenía olvidar, para contar y para medir. Así, lentamente, fueron elaborando unos sistemas que se encuentran en la raíz de nuestra escritura y de nuestras matemáticas.
El sistema de escritura mesopotámico es un invento de los sumerios en el que se pasa de un sistema primitivo ideográfico (un signo = un objeto o una idea) al sistema de escritura fonético (un signo = un sonido); esto es debido a que, en lengua sumeria, la mayor parte de las palabras básicas eran monosilábicas. Así elaboraron un sistema de escritura válido para otras lenguas que fue usado por todos los pueblos del Oriente Medio, excepto por los egipcios. Pero el sistema de escritura que acabamos de describir era demasiado complicado (tenía 2.000 signos que fueron reducidos más tarde a 300). Los fenicios hacia el siglo X a.C. lo sustituyeron por un sistema alfabético que con 24 signos podía representar todos los sonidos de cualquier idioma. Éste es el origen de nuestro alfabeto actual.

El sistema de escritura sumerio consistía en grabar los signos sobre una especie de ladrillos de arcilla blanca que después se endurecían en un horno de alfarero. Dichos signos se escribían con un estilete de sección triangular que dejaba sobre el barro una señal en forma de cuña; se realizaban combinando varias de estas cuñas con las que se trazaba una especie de dibujo simplificado del objeto a representar; por este motivo, esta escritura recibió, en el siglo XIX, el nombre de cuneiforme.


Para contar utilizaron un sistema de numeración en el que se combinaban el sexagesimal con el decimal. Las medidas se elaboraron con un sistema parecido al nuestro: la medida básica era la de longitud, el cuadrado de ésta daba la de superficie y el cubo la de capacidad. Para medir pesos se tomaba como base el peso de la medida de capacidad llena de agua. Para solucionar casos concretos elaboraron tablas (como las nuestras de multiplicar), usaban números fraccionarios y disponían de fórmulas para resolver problemas-tipo tales como: medir el área de un campo o la capacidad de un silo de formas determinadas. Las construcciones de sus templos desarrollaron enormemente el arte de construir.
También en los templos del Oriente Medio se elaboró una concepción del mundo y de la vida esencialmente religiosas. El último cómo y el último porqué (de los fenómenos naturales, del rumbo de los astros, del sentido de la vida y de la muerte...) eran, según ellos, un misterio para el hombre; su explicación sólo la tenían los dioses quienes dirigían el mundo y la vida humana.
Estos dioses solían estar relacionados con elementos de la naturaleza: el cielo (Anu), la tierra (Ki), el aire (Enlil), la luna (Nanna o Sin), el sol (Utu o Samash), el mar (Ea), las aguas (Enki), la fecundidad (Inanna o Isthar)... Ante tales divinidades la actitud de los hombres era de temor y de sumisión; a éstos les convenía tener a los dioses favorables para que todo funcionara bien (desde las cosechas hasta la salud de los hombres, pasando por el desarrollo correcto de las fases de la luna y la caída de las lluvias en el momento oportuno). Para ello la comunidad humana -o sea, la ciudad- creaba el tempo en el cual se acumulaba la riqueza, una parte de la cual se destinaba al culto: sacrificios y ofrendas a los dioses. Los sacerdotes eran los encargados de cumplir tan delicada misión en nombre de todos los conciudadanos.
En el Oriente Medio apareció una religión que debía perdurar largamente en la historia de la humanidad: el judaísmo.

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