Hesíodo: La idea del derecho
En Hesíodo se introduce por primera vez el ideal que sirve de punto de cristalización de todos los elementos griegos y adquiere una elaboración poética en forma de epopeya: la idea del derecho. En los Erga, Hesíodo despliega una fe apasionada en el derecho. La gran novedad de estos poemas es que el poeta habla en primera persona. Abandona la tradicional objetividad de la epopeya y se hace el portavoz de una doctrina que maldice la injusticia y ensalza el derecho.
Para el poeta, las leyes permanentes rigen el orden del mundo, enunciadas en forma religiosa y mítica; es decir, el derecho está protegido por fuerzas divinas. En la primera parte del poema se revela la creencia religiosa de que la idea del derecho se halla en el centro de la vida. Este elemento ideológico no es, naturalmente, un producto original de la vida campesina primitiva. La fuente más antigua es Homero: en él se halla contenido el primer elogio de la justicia. En la Odisea hallamos la creencia de que los dioses son guardianes de la justicia y de que su reinado no sería, en verdad, divino, si no condujera, al fin, al triunfo del derecho. También en la Ilíada hallamos la creencia de que Zeus promueve terribles tempestades en el cielo cuando los hombres conculcan la justicia en la tierra. Sin embargo, estas huellas que gobiernan la Odisea o la Ilíada se hallan muy lejos de la pasión religiosa de Hesíodo, el profeta del derecho. Para él, el derecho es la raíz de la cual ha de surgir una sociedad mejor.
En los Erga, la idea del derecho de Hesíodo penetra toda la vida y el pensamiento de los campesinos. Mediante la unión de la idea del derecho con la idea del trabajo, consigue dotar de espiritualidad la educación y la vida de los campesinos. El trabajo es ensalzado como el único, aunque difícil camino, para llegar a la areté. No se trata de la areté guerrera de la antigua nobleza, fundada en la riqueza, sino la del hombre trabajador. Con el sudor de su frente debe ganar el hombre su pan. Pero esto no es una maldición, sino una bendición. Hesíodo quiere poner, al lado de la educación de los nobles, tal y como se reflejó en la epopeya homérica, una educación popular, una doctrina de la areté del hombre sencillo. La justicia y el trabajo son los pilares en que descansa.
El trabajo no es ninguna vergüenza. La ociosidad sí es una vergüenza. Si trabajas te envidiará el ocioso por tu ganancia. A la ganancia sigue la consideración y el respeto. En su condición, el trabajo es lo único justo, sólo con que cambies tu atención de la codicia de los bienes ajenos y la dirijas a tu propio trabajo y cuides de su mantenimiento, tal como te lo aconsejo.
El orden maravilloso que domina la totalidad de esta vida y el ritmo y la belleza que otorga, se deben a su íntimo contacto con la naturaleza y su curso inmutable y su constante retorno.
Aunque el contenido del poema sólo sea comprensible y aplicable para los campesinos y el trabajo del campo, los valores morales implícitos en aquella concepción de la vida se hacen accesibles, de una vez para siempre, a todo el mundo. Claro es que la concepción agraria de la sociedad no dio el sello definitivo a la vida del pueblo griego. La cultura griega halló en la polis su forma más peculiar y completa, pero conserva de la cultura campesina un trasfondo espiritual. De tanta o mayor importancia es el hecho de que el pueblo griego considere ya para siempre a Hesíodo como un educador orientado en el ideal del trabajo y de la justicia estricta y que, formado en el medio campesino, conserve su valor aun en situaciones sociales totalmente diversas.
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