Organización del Imperio Persa

Los persas no modificaron ninguno de los elementos de la civilización existente en los territorios que formaban su imperio. Se limitaron a crear una estructura política -el Imperio- que se ocupaba de cobrar tributos y de mantener el orden en sus territorios.

El gobierno del imperio estaba en manos del rey y de los grandes nobles persas. Para que la administración de territorios tan extensos tuviera un mínimo de eficacia, éstos fueron divididos en grandes provincias: las llamadas satrapías. Éstas eran gobernadas por un noble persa, nombrado por el rey, al que daba el nombre de sátrapa.

El sátrapa tenía a sus órdenes un conjunto de funcionarios y un importante ejército y residía en un gran palacio que venía a ser, en menor escala, una réplica de la corte del rey. El sátrapa se ocupaba de recaudar los impuestos en sus territorios, una parte de estos tributos le servía para pagar el ejército y la administración, otra parte la enviaba al rey.

El rey de los persas -al que se daba el título de "rey de reyes"- era el soberano de un inmenso imperio. Vivía en un enorme palacio en el que se acumulaba una fabulosa cantidad de riquezas, procedentes de los tributos que llegaban de todo el imperio.

Todos los habitantes del imperio, excepto los persas, estaban obligados a pagar al rey fuertes impuestos, en forma de metales preciosos, materias primas o esclavos. Con esta enorme riqueza se financiaba la corte del rey, los funcionarios de la administración central y el ejército.

El "rey de reyes" necesitaba asegurarse el control de su extenso imperio vigilando la actuación de los sátrapas y, para mantener este control, el imperio disponía de una importante red de carreteras y de un enorme ejército.

Las carreteras del imperio persa fueron, ante todo, un instrumento para asegurar el dominio del rey sobre todos sus territorios, porque le permitían enviar sus delegados o sus soldados de un extremo a otro de su imperio con relativa facilidad.

El núcleo central del ejército estaba formado por los guerreros que procedían del mismo pueblo persa; éste proporcionaba excelentes jinetes y muy buenos arqueros entre los que destacaba el cuerpo de los Inmortales, que eran los 10.000 hombres de la guardia del rey. Además formaban parte del ejército los contingentes que proporcionaban los distintos pueblos integrados en el imperio e incluso grupos de mercenarios, como los 10.000 griegos que sirvieron al rey de Persia y cuyas aventuras fueron narradas por Jenofonte en la Anabasis.

Con estas aportaciones el "rey de reyes" podía poner en pie de guerra ejércitos de más de 100.000 hombres a los que, sin embargo, su heterogeneidad restaba una parte de su eficacia.

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