La sociedad española del siglo XVI

 

Soldados de los famosos tercios de Flandes

1. Demografía

Hasta mediados del siglo XVI (1560-1580) se asiste a un aumento demográfico de un 15%, lo que sitúa la población española en algo más de 10 millones de habitantes. La zona de máxima densidad sigue siendo la Corona castellana que dispondrá del 83% de la población. La Corona aragonesa tendrá el 17%.

La crisis económica y la sangría demográfica de las guerras en Europa, así como la colonización de América, estabilizarán el crecimiento de población a finales del siglo, para iniciarse, rápidamente, un fortísimo descenso demográfico (25-30%). A ello se unirán épocas de hambre por la debilidad agrícola, lo que traerá consigo pestes, como la de 1599-1600, y epidemias de importancia. Lo terrible no es sólo el hecho en sí (no fueron ni más frecuentes ni más mortíferas que otras), sino que la sociedad española carecía ya de capacidad para recuperarse de las pérdidas. Al propio tiempo, las vocaciones religiosas aumentan. Y la mortalidad infantil crece con el hambre y la miseria.

2. Las mentalidades sociales

Las divisiones de la sociedad no serán de hecho, como en nuestros días, sino divisiones jurídicas, de las que difícilmente se traspasa la frontera si no es a través de la entrada en religión. Ello fue mucho más rígido en España que en otros países europeos. Sin embargo es curioso que determinados conceptos e ideas típicos de los españoles, sean conceptos aristocráticos que pasan, a través de la pequeña nobleza (caballeros e hidalgos), a las capas sociales más bajas. Tales son los conceptos del honor, el orgullo o la consideración despectiva hacia el trabajo manual o la dedicación al comercio.

La novela del siglo XVI (la picaresca) y el teatro, nos mostrarán esta sociedad en la que los hidalgos espolvorean migas de pan sobre su pechera para hacer ver que han comido, o los campesinos y menestrales se gastan lo que han ahorrado durante meses en un solo día, para presumir de generosos y de desprecio del dinero. Mendigos y vagabundos hablan del honor o del imperio español, con un orgullo sólo comparable al que manifiestan los Grandes de España. El propio hecho de que la incipiente burguesía de las ciudades se arruine y desaparezca con el cambio de coyuntura de mediados del XVI, convence de lo acertado del desprecio al trabajo, a las masas campesinas y ciudadanas.

Como ni nobles ni eclesiásticos pagan impuestos, el pago fiscal es una especie de "castigo" al tercero de los estamentos sociales, que ni se dedica al "sublime servicio de Dios" ni al "noble ejercicio de las armas". Así, la hacienda española se hunde porque no hay de dónde obtener recursos.

Los soldados que regresan de las guerras de Europa (mantenidas por los famosos tercios) o los aventureros que vuelven de América, asombran relatando maravillosas hazañas en un mundo que se abre a los españoles repletos de gloria y de riquezas. El dinero no se obtendrá, en consecuencia, por el trabajo constante, sino por la suerte o por la conquista de las armas. Así aparecen masas de soldados mutilados, vagabundos, miserables, pícaros y criados que pululan por la corte o al servicio de los nobles, desde finales del siglo XVI y en todo el XVII.

3. Las clases sociales

La aristocracia se convierte definitivamente en cortesana. Carlos I afirma el absolutismo monárquico, mientras la oligarquía nobiliaria monopoliza el poder hasta 1700. Sus enormes riquezas se empleaban en pagar una cohorte de servidores, en obras de arte y en iglesias y capellanías, sin invertirse jamás en empresas comerciales. Siempre necesitadas de dinero, las familias nobles acaparaban todos los cargos públicos.

Caballeros e hidalgos, al descender el valor de la tierra, se arruinan, enrolándose en el ejército y aferrándose a sus blasones, hambrientos, eternos acosadores de nobles y autoridades en demanda de favores.

Hay una burguesía que se desarrolla rápidamente. Pero que, pasado el período de prosperidad, se arruina y se disuelve con la misma rapidez a mediados de siglo, desapareciendo como escalón intermedio entre nobleza y masas populares. Los historiadores hablan del "meteoro burgués" para referirse a este fenómeno.

Las clases populares serán las grandes víctimas de la revolución de los precios y de la crisis económica. El salario real y la voracidad fiscal les arrojará a la miseria y al bandolerismo (muy frecuente en Cataluña). Las guerras les esparcirán por toda Europa, mientras en las ciudades, trabajando un mínimo de 10 a 12 horas, se les cerrarán las posibilidades de progreso con la ruina de los talleres burgueses y el repliegue de los gremios que se cierran a nuevos miembros, convirtiendo en hereditarios los cargos de maestros y oficiales desde los años centrales del siglo XVI. Un documento barcelonés de la época nos asegura que un menestral, de cualquier oficio, come a mediodía un trozo de pan, un arenque y una cabeza de ajo. En el campo, la situación es muy parecida, mientras por otro lado, los campesinos emigran a la ciudad para engrosar la masa de mendigos.

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