Los estados helenísticos (siglos IV-II a.C.)
Alejandro, rey de Macedonia, concibió una empresa extraordinaria: la conquista y reorganización del Imperio Persa realizadas por los griegos. La parte militar de su proyecto lo realizó entre 334 y 327 a.C., y cuando empezaba la reorganización del Imperio ya conquistado, murió en Babilonia en el año 323. Sus sucesores, los jefes griegos de su ejército de mercenarios griegos, mantuvieron largas luchas entre ellos para quedarse con la herencia de Alejandro, hasta que en 280 a.C. se estabilizó la situación política con la consolidación de tres estados:
a) Macedonia, formado por el norte de Grecia y aspirando siempre a dominar las polis del territorio griego europeo.
b) Egipto, formado por las tierras del valle del Nilo y la costa mediterránea.
c) Siria, que abarcó además, con altibajos, Asia Menor, Palestina, Fenicia, Mesopotamia e Irán.
El reino de Macedonia se debatió siempre con los problemas de unas tierras pobres y superpobladas destrozadas por las luchas políticas. Distinto fue el caso de Egipto y Siria: dos estados en los que una parte del excedente de población griega halló una salida a sus angustiosos problemas económicos: aquí se produjo, de hecho, una nueva emigración griega, pero, dadas sus características totalmente nuevas, necesitaremos dedicar a continuación un mayor análisis.
Los estados helenísticos en el Oriente Medio se crearon por conquista militar y se apoyaron siempre en la fuerza que daba a sus reyes un fuerte ejército de mercenarios griegos.
El jefe de estos estados era siempre un jefe militar griego victorioso que dominaba un territorio del que sacaba importantes ingresos en forma de tributos. Su poder político era absoluto, como lo había sido el de los reyes de Oriente Medio, y gobernaba con el auxilio de una abundante burocracia formada también por funcionarios griegos.
Pero estos reyes helenísticos tenían, además, interés en aumentar el número de griegos que vivían en sus estados y, para ello, favorecían la creación de colonias pobladas por griegos: con ello se completaba esta nueva colonización griega.
Las nuevas colonias griegas en Oriente eran ciudades helenizadas (a veces eran ciudades ya existentes a las que se añadía un barrio griego, pero normalmente, eran ciudades creadas de nuevo). Para favorecer esta colonización los reyes helenísticos fundaban muchas ciudades nuevas: edificaban sus partes principales, construían las murallas, y cedían lotes de tierras a los griegos que iban a instalarse en ellas. No todas estas ciudades crecieron o prosperaron, pero algunas de ellas llegaron a ser enormes centros de riqueza y de cultura: como Alejandría en el Delta del Nilo, Antioquía en el Orontes (Siria), Laodicea (también en Siria), Pérgamo (en Asia Menor) y Seleucia sobre el Tigris (en Mesopotamia).
Los griegos que habitaban en estas ciudades primero vivieron de la explotación de sus tierras (que hacían trabajar por esclavos o por campesinos indígenas), pero pronto ampliaron su campo hacia actividades industriales o comerciales. La abundancia de esclavos favoreció la creación de talleres bastante importantes en los que un rico empresario fabricaba productos para la exportación: papiro, pergamino, cerámica, tejidos de lujo, vidrios, bronces... Alejandría poseía importantes talleres de este tipo.
Por otra parte, en manos de los griegos, el comercio en el Oriente Medio se reanimó: una ruta Norte-Sur pasando por Asia Menor, Siria y Egipto ponía en contacto a los ricos reinos helenísticos; pero, además, la vieja ruta terrestre que unía Siria con la India a través de Mesopotamia, siguió funcionando. Antioquía, en la costa de Siria, era un gran centro comercial en el que convergían ambas rutas.
Estas actividades permitieron la aparición de una burguesía rica y orgullosa en las ciudades del Oriente Medio. Estas gentes impusieron en estas ciudades su civilización: lengua, costumbres, educación, arte, literatura, religión... De esta forma pudieron llegar a creer que habían reconstruido sus viejas polis griegas en las tierras ricas del Oriente, pero algo les faltaba a estas ciudades: la independencia política. Efectivamente, las nuevas ciudades estaban sometidas al rey y, como signo de tal sumisión, debían pagarle tributo y aceptar su indiscutible autoridad política.
Ahora bien, ¿cuál fue la actitud de los indígenas del Oriente Medio ante esta penetración griega? Derrotados y sometidos por la fuerza parece que hay que distinguir, dentro de ellos, dos grupos diferentes:
a) Los que pertenecían a las clases más ricas y poderosas entraron en contacto con los griegos aceptando muchos de los elementos de su civilización y compartiendo con ellos riqueza y poder.
b) Las gentes más pobres y humildes siguieron, como antes, sometidas a un duro trabajo y a una explotación que tenían raíces muy antiguas y cuyos beneficiarios, en este nueva situación, eran los antiguos grupos dominadores y los griegos recién llegados.
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Alejandro era hijo de Filipo II, rey de Macedonia, y heredó la corona cuando tenía 20 años. Alejandro era un griego culto que había tenido como maestro a Aristóteles y llevaba siempre consigo un ejemplar de la Ilíada; convencido de la superioridad cultural y humana de los griegos sobre los pueblos del Oriente Medio, concibió el proyecto de reorganizar todo el mundo creando un enorme estado en el que se refundiría, como en un enorme crisol, todas las experiencias políticas y culturales de la Antigüedad.
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Los reinos helenísticos organizados tras la muerte de Alejandro englobaron un conjunto de rutas comerciales que ponían en contacto el Mediterráneo con el Extremo Oriente.
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Los reinos de Egipto y Siria fueron los estados helenísticos más ricos y poderosos. En estas imágenes se reproducen los retratos de Antíoco III, el más importante de los reyes de Siria, y de Tolomeo II Filadelfo y su esposa Arsínoe, reyes de Egipto. Constatamos en la imagen que Antíoco lleva una diadema, signo de realeza, que es un precedente de lo que será más tarde la corona real.



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