La expansión de la República romana y sus consecuencias para la ciudad

Los romanos, una ciudad de campesinos más bien avaros y ambiciosos, se vio mezclada, a lo largo de cinco siglos, en una serie de guerras con sus vecinos que le dieron el dominio de un territorio enorme: el Imperio Romano. Reduciendo esta expansión a un esquema básico se podría resumir así:

  • Siglos VI y V a.C.: Dominio de la Italia peninsular.

  • Siglo III a.C.: Dominio de las tierras del Mediterráneo occidental (en una dura lucha con Cartago; son las llamadas guerras púnicas).

  • Siglos II y I a.C.: Dominio del Mediterráneo oriental (en lucha con los reinos helenísticos).

¿Cómo y por qué llegó Roma a esta enorme expansión? No es fácil contestar a esta pregunta pero parece que, lo que en un principio debió ser lucha con sus vecinos por el dominio de algunos campos, se convirtió después en guerra para dominar y explotar todo el mundo conocido. Para estas largas guerras de conquista los habitantes de la ciudad de Roma necesitaron el auxilio de muchas gentes de Italia, a las que concedieron el nombre de ciudadanos romanos a cambio de enrolarlos en su ejército.

Así se comprende que en el siglo III el número de ciudadanos romanos en situación de poder ir a la guerra (varones desde los 18 hasta los 40 años) era de 300.000 y en el siglo I a.C. llegó este número al millón. Disponiendo de semejante contingente humano la República Romana pudo lanzarse con éxito a la conquista del mundo.


El Imperio Romano llegó a controlar todas las tierras que rodean el Mediterráneo. Sus fronteras -fortificadas- en Europa eran el Rin y el Danubio; al otro lado de ésta se asentaban los pueblos germánicos, futuros invasores del Imperio. En Asia, la frontera llegaba hasta el Éufrates, y, a partir del siglo III d.C., empezó a sufrir los ataques de un imperio rival: el Persa sassánida. En África, el Imperio Romano limitaba al sur con el desierto que raramente era un peligro para la estabilidad de las ciudades romanas de la costa.


Esta obra de conquista realizó una transformación total del mundo en el siglo I a.C. Analicemos esta transformación en Roma y fuera de ella.

Transformación en los territorios fuera de Roma:

  • En Italia, tal transformación fue beneficiosa. La conquista era ya muy antigua y los itálicos estaban muy asimilados a los ciudadanos romanos. De hecho, muchos de ellos participaron en la gran conquista del Mediterráneo y se beneficiaron de ella como los habitantes de la misma Roma.

  • Fuera de Italia, las tierras conquistadas entre el siglo III y el I a.C. fueron sometidas a un sistema de explotación brutal. En el momento de la conquista estas regiones eran expoliadas a conciencia: botín de guerra, prisioneros convertidos en esclavos, tributos muy duros, confiscación de bienes del estado vencido o de algunos particulares, que pasaba a ser propiedad de la República Romana (eran el ager publicus: tierras, minas, bosques, salinas, canteras...). Terminada la conquista empezaba una explotación sistemática realizada por los gobernadores, unos magistrados con el título de pretor, cuya labor no solía estar sujeta a ninguna vigilancia y que destacaban más por su crueldad y rapacidad que por su sentido de la justicia.

Transformaciones en la misma Roma:

La ciudad sufrió una transformación total como consecuencia de sus grandes conquistas. Todos los grupos que la formaban intentaron sacar provecho de la conquista y, dentro de la ciudad, estallaron unas terribles guerras civiles -siglos II y I a.C.- que hundieron el sistema político republicano y dieron lugar a la aparición del sistema imperial, creado por Octavio Augusto a fines del siglo I a.C. Veamos esta transformación con detalle, analizando sus efectos sobre los variados grupos de la sociedad romana:

  • Los senatoriales eran ricos propietarios que pertenecían a familias dentro de las que se reclutaban los magistrados. Éstos se aprovecharon especialmente de la conquista de Italia: ocuparon muchas extensiones de tierras del ager publicus a las que transformaron en grandes latifundios. Para la explotación de tales latifundios se aprovecharon de la abundancia de esclavos que proporcionaban las continuas guerras. Así crearon explotaciones agrícolas dedicadas sobre todo a la obtención de vino, aceite, frutos caros y ganado.

  • Los caballeros eran gentes ricas dedicadas sobre todo al comercio. Ellos fueron los grandes beneficiarios de las conquistas fuera de Italia; seguían al ejército y compraban el botín, desde obras de arte a esclavos, todo caía en sus manos por poco dinero, y después lo revendían en Roma con ganancias enormes. Terminada la conquista formaron asociaciones de capitalistas -los publicani- que arrendaban al Estado romano una serie de funciones que éste no podía cumplir: cobro de tributos, explotación de minas, abastecimientos de los ejércitos... Estas operaciones acumularon en manos de algunos grupos de caballeros cantidades fabulosas de dinero -Roma se convirtió en el mayor centro financiero de la Antigüedad-, dinero que invertían en empresas comerciales a grandes distancias o en industrias apoyadas en el trabajo de muchos esclavos. Esta clase de hombres fueron especialmente temidos y odiados en las ciudades del Oriente Mediterráneo en el siglo I a.C.

  • Los campesinos dueños de propiedades medias salieron muy perjudicados por las guerras de conquista. La estancia prolongada fuera de Italia les obligó a abandonar el cultivo de sus propiedades que solían realizar por sí mismos; a la vuelta muchos de ellos se encontraron con una doble competencia: la de los precios bajos del trigo que Roma hacía entregar por las regiones conquistadas y la de los productos agrícolas de calidad que se cosechaban en los latifundios de los ricos. Ante semejante panorama fueron muchos los que tuvieron que malvender sus tierras a los vecinos más ricos. Después de esto les quedaban dos alternativas: acudir a Roma o emigrar a tierras lejanas en busca de uno de los lotes que repartía la República a los ciudadanos pobres. El que se iba a vivir a Roma sólo encontraba trabajo con dificultad -los esclavos hacían la competencia a los hombres libres- y tenían que malvivir de la venta de su voto y de los repartos gratuitos de trigo que el estado romano empezó a realizar entre los ciudadanos pobres a partir de principios del siglo I a.C. (en la época de César había 350.000 ciudadanos varones inscritos en las listas para el reparto de trigo gratuito). Otros se enrolaban en el ejército como soldados profesionales, de esta forma el ejército romano quedó transformado en un cuerpo permanente de ciudadanos en armas. El estado romano fue adquiriendo la costumbre de distribuir tierras del ager publicus -situadas fuera de Italia- entre los ciudadanos necesitados o los soldados licenciados. Esta creación de colonias fue algo muy corriente en Roma durante el siglo I a.C.

Debido a estos cambios el sistema político republicano entró en una etapa de descomposición: las asambleas populares perdieron todo su valor representativo, grupos de senatoriales y de caballeros formaron distintos partidos que luchaban encarnizadamente por el poder, la masa de ciudadanos pobres asentada en Roma era una perpetua amenaza de subversión social... Ante este panorama se impuso la costumbre de que los magistrados más ambiciosos se creaban un ejército de ciudadanos adictos del que se servían para hacerse con el poder por un largo período de tiempo. Por fin uno de ellos -César- concibió la idea de transformar la República romana en una monarquía de tipo helenístico y, aunque fue asesinado, su sobrino Octavio Augusto recogió este proyecto que fue la base del sistema imperial romano.

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Cayo Julio César (101-44 a.C.) fue un patricio perteneciente a la gens Julia, una de las familias más antiguas de Roma, y toda su vida política transcurrió en el período más agitado de las guerras civiles romanas. César concibió la idea que solucionaría la crisis de la República romana: concentración del poder político en manos del jefe del ejército y creación de colonias romanas en las provincias para instalar a los ciudadanos romanos pobres. Este proyecto empezó a aplicarlo cuando se hizo dueño de Roma tras derrotar a su rival, Pompeyo; sin embargo, los políticos del partido republicano, temerosos de que César se convirtiese en un monarca absoluto, le asesinaron el año 44 a.C.


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Octavio Augusto, sobrino y heredero de César, recogió los proyectos de éste y los convirtió en realidad. El agradecimiento del pueblo romano, tras un largo período de guerras civiles, creó en torno a Augusto una propaganda que se refleja en el arte: existen múltiples retratos del emperador -como éste en el que aparece con la toga colocada a la manera de los sacerdotes-. Por otra parte, en muchas ciudades se levantaron templos y altares en los que se le rindió culto.



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