El papel de la mujer en el siglo XVIII

En el siglo XVIII, las mujeres estaban subordinadas a los hombres. La mayoría de las que pertenecían a los grupos populares eran analfabetas. Las procedentes de la nobleza y la alta burguesía recibían una enseñanza bastante tradicional (lectura, escritura, religión y costura), destinada a convertirlas en buenas esposas y madres, las principales funciones de la mujer en la sociedad de la época.
No obstante, algunas mujeres de los grupos sociales más acomodados y con un nivel de instrucción más elevado reclamaron un mayor protagonismo en la vida social y cultural de la época. Éste es el caso de la Condesa de Montijo o la Duquesa de Osuna, en España, que organizaban en los salones de sus mansiones tertulias a las que acudían los principales intelectuales del momento. En estas reuniones, las mujeres podían expresar sus opiniones libremente y exhibir su inteligencia y preparación cultural. Estas damas ocupaban también gran parte de su tiempo en asistir a fiestas y representaciones teatrales.
La vida de las mujeres de condición humilde era muy diferente. Además de ocuparse de la casa y de los hijos, trabajaban duramente en las labores agrícolas, si vivían en el campo, y en diversos oficios, si eran de ciudad: vendedoras, lavanderas, doncellas, obreras en talleres artesanales, etc. Dada su escasa preparación profesional, realizaban las tareas menos importantes y recibían un salario mucho más bajo que el de los hombres y que no estaban en consonancia con la dureza del trabajo que realizaban.

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