Los andaluces, protagonistas en el descubrimiento de América
Tras su fracaso en Portugal, Cristóbal Colón llegó a Andalucía. Allí, gracias a la ayuda de personas influyentes, como los franciscanos del Monasterio de La Rábida, consiguió que los Reyes Católicos aceptaran su proyecto. A pesar de los riesgos que entrañaba, el viaje se realizó con gran rapidez. Partieron del Puerto de Palos el 3 de agosto de 1492, surcaron el océano Atlántico empujados por los vientos alisios y el 12 de octubre llegaron a América.
Colón podía considerarse triunfador. Había conseguido no sólo que su proyecto fuera acogido y patrocinado por los Reyes Católicos, sino que, además, iba a iniciar su expedición desde Andalucía, la región española con más experiencia en las expediciones atlánticas, y a contar con la ayuda material de los paleños (habitantes de la localidad de Palos, en Huelva). Sólo faltaba enrolar a los marineros y lanzarse a la aventura. Los monarcas habían comprado la mitad de la villa de Palos para que la expedición saliera de un puerto real (propiedad de la Corona). Se había excluido otros de mayor importancia, como Sevilla y Cádiz, este último por estar ocupado en estas fechas en la expulsión de los judíos.
Pero el primer grave escollo con el que se va a tropezar Colón será, precisamente, conseguir una tripulación. Enrolarse a un viaje hacia lo desconocido, cuyos objetivos no estaban claros y cuya dirección la llevaba un extranjero (el propio Colón), no constituía una perspectiva alentadora.
Ante esta tesitura, el apoyo de Martín Alonso Pinzón resultará decisivo. Era Martín el jefe de una familia de marineros, armador y capitalista, que había comerciado en Canarias y tenía una gran influencia sobre sus paisanos. ¿Cómo se dejó convencer por Colón? No se sabe, pero con su apoyo resultó fácil conseguir tripulantes.
Entre los noventa marineros aparecen dos poderosas familias locales, los Pinzón y los Niños de Moguer. Los demás son también vecinos de la comarca de Huelva, de los pueblos de Moguer, Vejer, Huelva, Ayamonte y Palos. Se añaden diez hombres del norte y cinco extranjeros.
En la expedición no aparecen ni frailes ni soldados, sino carpinteros, médicos, marineros, grumetes, oficiales reales y un intérprete del árabe y el hebreo, todos a sueldo de la Corona.
Los barcos que se aprestan al viaje son una nao y dos carabelas. Todo a punto. En el Puerto de Palos suben a bordo los instrumentos y alimentos típicos de la navegación atlántica, unos 130 kilos por hombre, agua para seis meses de navegación y alimentos para quince, sobre todo harina, bizcocho, tocino, garbanzos y otras leguminosas, arroz, pescado en salazón y miel. No olvidan las baratijas y chucherías para intercambiar con los nativos.
Tras muchos problemas, por fin, en la noche del 11 al 12 de octubre, Juan Rodríguez Bermejo lanza el grito de «¡Tierra a la vista!».
Antonio Domínguez Ortiz, Historia de España. Descubrimiento, colonización y emancipación de América
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Antonio Domínguez Ortiz (1909 - 2003) |
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