Los orígenes de la religión cristiana
1. De la clandestinidad al reconocimiento oficial
La religión cristiana se difundió, en el siglo I a.C., a través de algunas comunidades judías, y pronto encontró seguidores entre los sectores más humildes de la sociedad, ya que predicaba la igualdad entre las personas y la vida eterna tras la muerte.
Pero el cristianismo suponía la creencia en un solo dios (monoteísmo), por lo que chocó con la religión romana, que rendía culto a multitud de dioses y al propio emperador. El cristianismo exigía una práctica exclusivista, y no aceptaba la existencia de otras divinidades. Fue visto como una gran amenaza para la seguridad del Imperio, por lo que se ordenaron persecuciones contra los cristianos y la práctica de sus ceremonias fue condenada. Los cristianos se vieron obligados a celebrar sus cultos en la clandestinidad, y surgieron así en algunas ciudades las catacumbas.
No obstante, se siguió extendiendo por todo el Imperio. En el año 312, el emperador romano Constantino, en los momentos previos a la batalla por la conservación de su trono que le enfrentó a Majencio, tuvo una "visión"; se dice que ante él apareció una cruz de fuego con las palabras In hoc signo vinces, "con esta señal vencerás". Tras su victoria, Constantino atribuyó a la fuerza divina del cristianismo el gran triunfo sobre sus enemigos. Y fue entonces cuando el emperador adoptó como emblema y estandarte de sus ejércitos el lábaro, símbolo de la Iglesia cristiana.
Este crismón contiene las letras X y P entrecruzadas, que son, en lengua griega, las dos primeras letras del nombre de Cristo (χριστος), y, a su lado, la primera y la última letras del alfabeto griego, que son alfa y omega (α, ω), que representan a Cristo como "el principio y el fin de todas las cosas".
Alfa y omega contienen la clave del universo y simbolizan la totalidad del conocimiento, del ser, del espacio y del tiempo.
Constantino se convirtió así en el primer emperador cristiano de la historia romana. En el año 313 proclamó la libertad de culto en el Edicto de Milán, con lo que otorgaba a la religión cristiana reconocimiento oficial. En el año 325, durante el Concilio de Nicea, fijó severísimas normas en materia de fe y disciplina y estableció duras penas para aquellos que cometiesen actos contra la moral pública.
A pesar de su afiliación al cristianismo y de su protección a los cristianos, Constantino no llegó a recibir el bautismo hasta pocos días antes de su muerte. Tan tardía conversión oficial a la fe cristiana le permitió conservar el título de Pontífice Máximo, lo que le daba potestad suprema sobre las religiones paganas. No deseaba desencadenar un conflicto con Roma en materia religiosa, por lo que decidió trasladar la capital de su imperio a Constantinopla, ciudad que consagró a la Virgen María, en el año 330.
Más tarde, en el siglo IV d.C., el emperador Teodosio proclamó el cristianismo como la religión oficial del Imperio en el Edicto de Tesalónica.
Queremos que todas las gentes que estén sometidas a nuestra clemencia sigan la religión que el divino apóstol Pedro predicó a los romanos.
2. La cruz y la espada
A partir de Teodosio, religión y política (la cruz y la espada) se unen en una sola figura. Con la proclamación del cristianismo como religión oficial del Imperio, se publicaron numerosas leyes que prohibían practicar la magia y cualquier otro rito de superstición. Se ilegalizaron las reuniones de magos, astrólogos, adivinos y todo lo que tuviese que ver con poderes sobrenaturales. Los castigos por tal desobediencia eran la muerte en la hoguera o el trabajo en las minas.
Implantada inicialmente en Oriente y en el mundo griego, el cristianismo estableció, a fines del siglo III, comunidades importantes en las regiones de cultura latina, que se vieron favorecidas por las conversiones masivas a las que obligó Constantino.
El cristianismo se había extendido hacia Armenia antes del año 300, y en el siglo IV alcanzó Etiopía. Amparadas por el Imperio Romano, se multiplicaron rápidamente las empresas evangelizadoras dirigidas hacia el continente europeo.
En el siglo VIII, el cristianismo había dejado de ser una religión únicamente mediterránea para convertirse en una religión europea. En ese momento, su expansión se vio detenida por el islam, que pasó a dominar el sur del Mediterráneo.
Cristianismo e islam protagonizaron, a partir de entonces, un enfrentamiento secular en el Mediterráneo y Europa oriental. La religión islámica se difundió rápidamente en Asia, mientras que la cristiana quedó constreñida, durante siglos, entre las barreras del mundo islámico y del océano Atlántico.
Implantada inicialmente en Oriente y en el mundo griego, el cristianismo estableció, a fines del siglo III, comunidades importantes en las regiones de cultura latina, que se vieron favorecidas por las conversiones masivas a las que obligó Constantino.
El cristianismo se había extendido hacia Armenia antes del año 300, y en el siglo IV alcanzó Etiopía. Amparadas por el Imperio Romano, se multiplicaron rápidamente las empresas evangelizadoras dirigidas hacia el continente europeo.
En el siglo VIII, el cristianismo había dejado de ser una religión únicamente mediterránea para convertirse en una religión europea. En ese momento, su expansión se vio detenida por el islam, que pasó a dominar el sur del Mediterráneo.
Cristianismo e islam protagonizaron, a partir de entonces, un enfrentamiento secular en el Mediterráneo y Europa oriental. La religión islámica se difundió rápidamente en Asia, mientras que la cristiana quedó constreñida, durante siglos, entre las barreras del mundo islámico y del océano Atlántico.
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