Jesús según los Evangelios

Los Evangelios nos presentan a Jesús como un rabí -o sea, un maestro en la interpretación de la Biblia- que durante unos tres años predicó entre los judíos de Palestina. Su predicación se centraba en algunos puntos destacados:
a) Una interpretación de la Ley sumamente renovadora: Jesús aceptaba la Ley pero saltaba por encima de los miles de preceptos externos para llegar a su fondo: el amor a Dios y a los demás hombres. Esta forma de interpretar la Ley condujo a Jesús a enfrentarse de forma cada vez más dura con los dirigentes religiosos del pueblo judío: los sacerdotes y los maestros de la Ley. Los sacerdotes veían con malos ojos el antirritualismo de Jesús; los maestros de la Ley, especialmente los del grupo fariseo, sentían que su concepto de la fidelidad, basada en la observancia de múltiples pequeños preceptos externos, quedaba desmotada por los ataques de Jesús.
b) La predicación de Jesús incluye una esperanza de salvación (entendida como una renovación interior del hombre que le aparta del mal), esta salvación actúa sobre los que se consideran imperfectos y pecadores, pero deja de lado a los que se creen ya perfectos.
c) Jesús inicia con su palabra la creación del Reino de Dios que tiene mucho cuidado en que no se confunda con la creación de un reino judío independiente. Este Reino de Dios, cuyo panorama se descubre en las Bienaventuranzas, empieza con una especie de semilla que crecerá y alcanzará su pleno desarrollo al Final de los Tiempos, tras la Segunda Venida de Jesús.
d) A lo largo de la vida de Jesús, una serie de hechos van inclinando a sus discípulos a identificarle como el Mesías anunciado por los profetas. Pero su misión no se parecía en nada a la del Mesías político que esperaban muchos de sus conciudadanos. Por esto se explica que, enfrentado con los grupos dirigentes del pueblo judío, Jesús no dispusiera de ninguna fuerza política para defenderse. Así parecía entenderlo Él mismo y, a lo largo de los Evangelios, se va manifestando su convencimiento de que con su conducta se dirige directamente a una muerte violenta.

Los primeros cristianos no crearon ninguna imagen ni de Dios ni de Jesús. Cuando más tarde empezaron a representar a Cristo, lo hicieron mediante un símbolo: el del Buen Pastor, como en esta pintura perteneciente a las catacumbas de Priscila en Roma.

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