Las primeras edificaciones cristianas

Las catacumbas eran largos pasillos subterráneos, a ambos lados de los cuales estaban excavados los sepulcros. A veces estos pasillos se ensanchaban para dar lugar a pequeñas cámaras decoradas con pinturas al fresco, como la que aparece en esta fotografía perteneciente a las catacumbas romanas descubiertas en la vía Latina (siglo IV d.C.).

 

Después del edicto de Milán, los cristianos empezaron a construir edificios para celebrar sus reuniones. Tales edificios reproducían el modelo de algunas basílicas romanas y recibieron el mismo nombre. Al fondo de la basílica se encontraba el ábside, en el que se colocaba el altar, que se solía decorar con mosaicos representando escenas religiosas. En este mosaico de principios del siglo V, que se conserva en la basílica de Santa Pudenciana, en Roma, aparece Jesús como Señor y Juez rodeado de los apóstoles. Este Jesús triunfante parece reflejar la euforia de la iglesia cristiana, libre ya de las persecuciones.




La basílica cristiana, origen de todas las iglesias posteriores, era un edificio rectangular cubierto por una serie de armaduras formadas por varias vigas de madera. El espacio interior quedaba dividido en tres partes, llamadas naves, separadas entre sí por dos filas de columnas. La nave central era más alta que las laterales y recibía la luz por una doble hilera de ventanas. Al fondo de la basílica se encontraba el ábside en el que se situaba la mesa del altar. La fotografía pertenece a una basílica cristiana conservada en la ciudad de Roma: la de Santa Sabina, en el monte Aventino.



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