El Mediterráneo deja de ser el Mare Nostrum
El Imperio Bizantino fue la unidad político-cultural más directamente descendiente del Imperio Romano, al que sobrevivió unos mil años. Constantinopla, su capital, fue la ciudad más importante de Europa durante toda la llamada Edad Media. La influencia de su civilización puede encontrarse en el Islam, en la Europa occidental y, sobre todo, en Rusia y el mundo de los pueblos eslavos.
Este fenómeno se produjo lentamente, desde la crisis económica que el Imperio Romano sufrió a partir del siglo III. El Mediterráneo había sido el eje del Imperio y su principal vía de comunicación. Al unificarlo militarmente los romanos habían puesto en contacto civilizaciones distintas y les habían dado una unidad lingüística y jurídica, pero no económica. La parte oriental del Mediterráneo (Egipto, Siria, Asia Menor, Grecia) mantuvo la economía capitalista de los antiguos reinos helenísticos, con grandes ciudades industriales y comerciales (Alejandría, Antioquía, Pérgamo). La parte occidental (Italia, Galia, Hispania) no llegó nunca a superar una estructura económica agrícola-ganadera de consumo. Frente a la industria oriental, Occidente sólo pudo exportar vinos, aceites y minerales.
La crisis del siglo III puso al descubierto esta diferencia Oriente-Occidente. Y desde este momento la situación se agravó en beneficio de Oriente, más rico y poblado que Occidente. Un hecho sintomático: a principios del siglo IV los emperadores abandonaron Roma, la vieja capital creadora del Imperio, por una nueva ciudad de Oriente, Constantinopla.
El Mediterráneo continuó siendo la principal vía de comercio; pero pronto Occidente no tuvo dinero con que comprar los productos de Oriente. Cada vez más, Occidente tuvo que autoabastecerse. La tierra era su única riqueza importante y la gente acabó abandonando las ciudades para establecerse en el campo, como colonos de grandes señores latifundistas. Occidente se ruralizó.
Los emperadores romanos, ante la complejidad de los problemas de gobierno de un imperio tan grande, acabaron aceptando esta división Oriente-Occidente. De modo definitivo el emperador Teodosio, a su muerte (395), dividió el Imperio entre sus dos hijos: Oriente para Arcadio y Occidente para Honorio. La separación resultó fatal para Occidente. Durante el siglo V, a partir del año 405, los pueblos germánicos de más allá del limes (Rhin, Danubio), iniciaron masivas emigraciones que les llevaron a ocupar grandes zonas del Imperio Romano de Occidente hasta hacerlo desaparecer (476). Sin embargo, el Imperio Romano de Oriente, más rico y poblado, sobrevivió a las emigraciones y gracias a su dominio naval, pudo mantener abierto el Mediterráneo.
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La decadencia de la ciudad de Roma a partir del siglo III coincidió con la crisis del Imperio y con el fenómeno de la ruralización de Occidente. Cada vez más, los emperadores romanos tuvieron que ausentarse, por largos periodos, de la capital y establecerse cerca de la frontera atacada por los germanos. Hasta fines del siglo III continuó siendo la residencia del inoperante Senado; desde Diocleciano, ni siquiera esto. Otras ciudades más cercanas a la frontera pasaron a ser residencias imperiales (Mediolanum, Milán; Rávena; Nicomedia). El año 410 Roma fue conquistada y saqueada por los visigodos.
Sólo a partir del siglo VII la unidad del Mediterráneo se rompe definitivamente. Es el momento en que un nuevo imperio, el Islam, se extiende por su orilla sur, desde Antioquía a la desembocadura del Ebro. Tres unidades independientes aparecen entonces alrededor del Mediterráneo: el Imperio Romano de Oriente (Bizancio), el Imperio Islámico y los reinos germánicos de la Europa occidental. Tres civilizaciones distintas que, de algún modo, arrancan de la greco-romana.
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