La cultura y el arte bizantinos

El mundo cultural bizantino se basa en unas fuentes de influencia determinantes. Fundamentalmente es una civilización helenística, derivada de la que crearon los reinos sucesores del Imperio de Alejandro Magno. En este aspecto es una mezcla de la lógica, la proporción y el sentido de la belleza griegos a los que se les ha añadido el lujo y la aparatosidad de Oriente.

Pero es una cultura profundamente cristiana. Literatura y arte están en función del poder imperial y de la Iglesia, se desarrollan en la Corte, las Universidades (Constantinopla, Atenas, Beirut) y en los monasterios (Monte Athos).


Situados en el norte de Grecia, en la costa del mar Egeo, los monasterios del monte Athos fueron el centro religioso y cultural más importante del Imperio Bizantino a partir del siglo IX, y lo continuaron siendo después de la desaparición de dicho Imperio. El grupo de 20 conventos reunía monjes de todas partes (griegos, serbios, rusos...), poseía enormes latifundios y gozaba incluso de autonomía política. 


Es fundamentalmente una cultura que recopila el mundo grecoromano y lo estudia concienzudamente. No sólo el derecho romano, por obra de Justiniano; en las universidades se estudia a Homero y a los autores clásicos, se revisa y anota la ciencia grecoromana. A Constantinopla acuden estudiosos de la Europa occidental y del mundo islámico a escuchar las clases de Bardas Focas, el patriarca Focio o Miguel Psellos (siglo XI).

El arte es religioso y palaciego. La muestra más espectacular es la basílica de Santa Sofía, construida en tiempos de Justiniano. Es una arquitectura de grandes proporciones, extraordinario lujo de medios (mármoles, decoración suntuaria...) que usa la cúpula como primordial elemento constructivo. Las iglesias suelen tener planta de cruz griega, para destacar el espacio central que cubre la cúpula. Un capitel de doble tronco-cónico invertido, con rico trabajo de decoración, es típico de la arquitectura bizantina, que usa alternativamente formas arquitrabadas y abovedadas. El elemento decorativo básico es el mosaico, que cubre amplias paredes o el ábside de las iglesias. Construido con pequeñas teselas de colores vivos, muestra a la gente un mundo hierático, religioso o político, poco naturalista, con fondos dorados, sin perspectiva. Da sensación de riqueza y solemnidad que pierde, momentáneamente, durante la querella iconoclasta.


Construida por los arquitectos Antemio de Tralles e Isidoro de Mileto, ambos de Asia Menor, Santa Sofía es una iglesia de cruz griega (naves de la misma longitud). El centro del edificio es el crucero y la enorme cúpula que lo cubre se levanta armoniosamente sobre pechinas. Toda la estructura del templo está en función de la cúpula que es necesario sostener con enormes contrafuertes o semicúpulas laterales. Después de la conquista turca fue convertida en mezquita y se le añadieron las cuatro torres o minaretes.




Las iglesias bizantinas aparecían, en su interior, profusamente decoradas con mosaicos de colores brillantes. En la semicúpula del ábside o en la cúpula del crucero solía colocarse la figura de Cristo Juez (Pantocrátor). Solía estar representado dentro de una mandoria (circular o almendrada), que representaba el cielo, y aparecía rodeado de ángeles o de los símbolos de los evangelistas. El tema se reprodujo mucho en Occidente (arte románico).

La influencia de la pintura bizantina es muy grande en los pintores rusos de iconos, como éste del siglo XIII, que representa a la Virgen con el Niño (Theotocos). Pintado sobre madera, las figuras resaltan en un tono dorado o monocolor; se busca más la expresión religiosa del amor divino, con una cierta ingenuidad, que la perfección técnica, por lo que se notan resabios de hieratismo y fallos graves de proporción.


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