La ruralización de Europa durante trescientos años

Las emigraciones germanas habían precipitado la decadencia económica y la ruralización de la Europa occidental. El Mediterráneo se mantuvo como vía de comunicación con el Imperio Romano de Oriente (Bizancio), que monopolizaba la industria y el comercio. Pero los reinos germánicos de Occidente difícilmente podían reactivar este intercambio. Los metales preciosos (oro y plata) escaseaban cada vez más. La agricultura y la ganadería acabaron convirtiéndose en los modos de actividad básicos de la economía y la tierra en la única fuente de riqueza. La gente abandonaba las ya decadentes ciudades romanas para buscar su sustento en el campo y las relaciones comerciales disminuyeron progresivamente. La economía tendió a hacerse cerrada (autarquía). Cada comarca o unidad regional procuraba autoabastecerse, producir todo lo que necesitaba.

Ello repercutió en la cultura. Una economía rural, campesina, era incapaz de producir una cultura como la romana, creada en las ciudades y protegida por la riqueza y el poder del Estado. Algunos monarcas germanos, como el ostrogodo Teodorico (Rávena) o el franco Carlomagno (Aquisgrán), intentaron mantener un cierto nivel cultural que recordara al romano. Fracasaron.
Las únicas escuelas se encontraban en los monasterios o en algunas pocas ciudades episcopales. Podemos citar como ejemplos: la de San Víctor en Marsella, en la Galia, la de Bobbio en Italia o la de York en Inglaterra. Las pocas personalidades que merecen recordarse: Boecio y Casiodoro en Italia, Gregorio de Tours en Francia, Beda el Venerable en Inglaterra o San Isidoro en España, se limitaron a recopilar, más o menos torpemente, los conocimientos de la cultura romana. Tampoco podemos encontrar obras arquitectónicas importantes. Sólo libros miniados o pequeñas joyas de adorno.

El cristianismo como puente de enlace entre dos civilizaciones

Durante estos trescientos años en que lentamente fue desapareciendo una civilización (romana) y se preparó otra (europea occidental), el Cristianismo jugó un extraordinario papel. Fue el puente de enlace y una de las principales fuerzas motrices de la nueva Europa. Lo consiguió gracias a su capacidad de captación de los pueblos germanos, a través de dos organizaciones básicas: el obispado y el monacato.

Los obispos aparecieron, dentro de la desorganización de los últimos momentos del Imperio Romano de Occidente, como las únicas personalidades políticas con las que los jefes germanos podían tratar. Ello les dio prestigio y fuerza de atracción. Por su superior cultura romana, se convirtieron pronto en consejeros imprescindibles.


El poder y la riqueza del obispado cristiano se desarrollaron de modo extraordinario después de la desaparición del Imperio Romano. Nos lo demuestra la riqueza de esta cátedra o silla episcopal del obispo de Rávena, Maximiano, trabajada en placas de marfil, posiblemente por artistas bizantinos.


Entre los obispos de Occidente uno empezó a destacar pronto: el patriarca-obispo de Roma. Libre del dominio del Emperador, que residía en Constantinopla, el obispo de Roma trabajó con absoluta independencia del poder político.

La primera organización para la Iglesia occidental, superando el pequeño marco de la ciudad de Roma, la dio Gregorio el Grande (590-604), quien no dudó en proclamarse jefe de toda la Iglesia (Papa) y, como descendiente directo de San Pedro, primer obispo de Roma, superior a los patriarcas de Oriente (Constantinopla sobre todo). Su actividad organizativa fue extraordinaria y se apoyo a la labor evangelizadora entre los germanos, definitiva. La conversión de visigodos, lombardos y anglosajones se desarrollaron o iniciaron durante su papado. Pudo hacerlo porque contó con el apoyo del monacato.


San Gregorio Magno representó el primer auge del patriarcado en Roma. Nacido en el seno de una familia aristocrática romana, era un organizador nato que había desempeñado distintos cargos en la administración de la ciudad de Roma antes de ser elegido Papa. Programó la evangelización de los pueblos germánicos, sobre todo entre los anglosajones y los lombardos. Introdujo el canto en los actos litúrgicos (canto gregoriano) y se proclamó Papa de la iglesia cristiana.


El monacato apareció en Occidente más tarde que en Oriente. Los dos puntos claves de su desarrollo estuvieron en Irlanda-Inglaterra y en Italia. Monjes irlandeses actuaron en Inglaterra primero y luego en Europa. San Columbano y sus discípulos evangelizaron parte de la Galia y fundaron importantes monasterios (Luxeuil, Saint-Gall, siglos VI-VII); fueron monjes anglosajones como San Bonifacio los que trabajaron, más tarde, en la evangelización de Germania (siglo VIII).

Pero la orden que alcanzó mayor desarrollo fue la de los benedictinos, fundada por San Benito de Nursia (480-547) en el monasterio de Montecassino (529). La regla de la comunidad exigía tres votos (castidad, obediencia, pobreza) y unas determinadas horas de trabajo físico e intelectual. Construidos en el campo, entre los latifundios y las tierras de cultivo de los germanos, los monasterios se convirtieron en centros de evangelización, en granjas modelo y en los únicos núcleos culturales. En sus bibliotecas se refugiaron los pocos manuscritos que quedaban de la cultura romana, que los monjes copiaron pacientemente en el scriptorium. Por otra parte la Iglesia mantuvo el latín como idioma litúrgico y literario.


Monasterio de Montecassino (Región italiana del Lacio)

Construido a través de distintas etapas históricas y destruido por la aviación y la artillería aliadas durante la II Guerra Mundial, el monasterio de Montecassino fue la cuna de la orden benedictina. Llegó a poseer muchas tierras, ampliadas siempre por donaciones de monarcas y gente rica y trabajadas por los monjes y siervos. Su biblioteca fue una de las más importantes de Europa.


A nivel de las cortes de los monarcas germanos y a nivel del pueblo, la Iglesia dio una unidad religiosa a Europa occidental. Y empezó a convertirse, dentro de una sociedad cada vez más rural, en su cabeza intelectual. Cuando Europa produzca sus primeras formas culturales, lo hará dentro de la mentalidad cristiana.

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