El intento de los francos por reconstruir el Imperio Romano de Occidente
Trescientos años más tarde de la desaparición del Imperio Romano, a fines del siglo VIII, sólo un pueblo germánico había logrado formar un gran reino: los francos.
Los francos penetraron por el bajo Rhin y ocuparon las actuales Bélgica y norte de Francia. A fines del siglo V y principios del VI tuvieron un gran jefe, Clodoveo, que extendió el reino desde más allá del Rhin a los Pirineos. Lo consiguió, en parte, porque logró acercar su pueblo a los galo-romanos, en un aspecto muy importante, el religioso. Clodoveo y su pueblo se convirtieron al cristianismo con lo que iniciaron la fusión, que siguieron sus descendientes. El reino de los francos pasó lentamente a formar un solo pueblo con un mismo idioma, una misma religión y unas mismas costumbres y leyes.
Más tarde, Carlomagno (768-814), tras una serie de campañas victoriosas contra otros pueblos (sajones, lombardos, musulmanes de Hispania), lograba crear un gran reino, y aconsejado por sus hombres de confianza, se coronaba Emperador en Roma, la Nochebuena del año 800. Estableció su capital en Aquisgrán, con una pequeña corte de nobles funcionarios, dividió su Imperio en condados o marcas (en las fronteras), como las provincias del Imperio Romano, con funcionarios para gobernarlas (condes, marqueses) y para vigilarles (misi dominici) e intentó fomentar la cultura, procurando hacer renacer la romana (Renacimiento carolingio).
En la escuela del palacio de Aquisgrán hubo profesores de toda la Europa occidental: ingleses, como el director Alcuino de York, hispanos, como Teodulfo de Orléans, e italianos, como Paulo Diácono. Las principales materias de estudio, a un nivel muy bajo, se agrupaban en el Trivium (Gramática, Retórica y Dialéctica), que enseñaba a hablar, leer y escribir, y el Quadrivium (Aritmética, Geometría, Astronomía y Música), que hoy podríamos clasificar, de algún modo, como estudios superiores. La culminación de la enseñanza era el estudio de la Teología o ciencia de la Divinidad.
El Imperio de Carlomagno debe considerarse como la última pervivencia del Imperio Romano de Occidente. Y el último intento para reconstruirlo de algún modo. A su muerte, desapareció. El año 843, en la ciudad de Verdún, sus nietos Lotario, Luis y Carlos se lo repartieron. Se superaba la idea del viejo Imperio Romano y aparecían nuevas naciones, nuevos idiomas, una nueva mentalidad. Nacía Europa.
Hijo de Pipino el Breve, el segundo monarca franco de la dinastía carolingia, Carlos, conocido posteriormente como Carlomagno, creó un gran imperio que se extendía desde el Elba y el Danubio medio hasta Barcelona, y en el que se englobaba gran parte de Italia. El relieve de la iglesia de San Trófimo de Arlés, nos lo representa sentado en su trono, con una enorme espada, entre sus consejeros y sus guerreros.
Del palacio de Carlomagno en Aquisgrán, su capital, sólo ha quedado, en parte, la capilla constuida por Eginardo, quien era, al mismo tiempo, el cronista de la corte. Es clara la influencia bizantina de la planta (octogonal), en los capiteles, en la decoración... El modelo debió ser la Iglesia de San Vital de Rávena.


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